Si participaba en un concurso de belleza, lo ganaba.
Si necesitaba construir un residencial de setenta casas, iba y lo construía.
Si se quería ir para la playa con sus tres hijos pequeños, agarraba el bus y se iba.
Esa era mi mamá, quien se nos adelantó a la Morada Eterna el pasado mes de julio. He pasado estos meses un poco desconectado porque aún cuesta digerirlo.
No espero ser entendido, porque solo el que pasa por un lance en nuestras circunstancias llega a tener una idea, nada más. Y tampoco se lo deseo a nadie.
Ella siempre iba hacia adelante y la mayoría de las veces haciendo lo que le daba la gana. Así era la cosa. Hasta en sus últimas semanas lo hizo. Y no hubo nada que reprochar, porque siempre fue pensando en el bienestar de quienes amó.
Ya no está con nosotros, pero nos dejó lo mejor de sí: su fe, su amor y el ejemplo de una vida de empeño, de lucha, de entrega y de intentarlo hasta el final. Y aunque su ausencia no la llenará nada ni nadie, siempre estará su recuerdo.
Ya está disfrutando de las bondades dela vida eterna, junto a sus papás, sus hermanos, sus abuelos y los amigos que se habían adelantado.
Y también está con Jona. ¿Cómo habrá sido el abrazo que se dieron al reencontrarse de nuevo?
¡Hasta siempre, Ñañín, algún día nos volveremos a encontrar en la eternidad!