“A mi todas maduras, por favor…”

Recientemente leí un comentario en el ciberespacio donde alguien se quejaba sobre la vida corporativa y que pocos autores escriben sobre como crecer profesionalmente sin tener que sacrificar otras cosas.

Hombre, ¡qué difícil! Es que la vida, como tal, no las sirve todas maduras. He tratado de hacer memoria y solo encuentro dos casos en que todas vienen maduras. En las demás situaciones, hay que joderse en ocasiones, sacrificarse, partirse el lomo, como querrás llamarlo.

Hace poco me apunté a mi cuarta maratón, el próximo mes de abril. Teniendo en cuenta que las dos anteriores fui sub 4 horas y que me puse la meta de clasificar a la maratón de Boston en el mediano plazo, ¿adivinen qué? Claro, no puedo solo ir a correrla y ya. Voy a tener que poner alma, vida, corazón y piernas en los próximos meses para ir quemando etapas hasta llegar a mi meta. Y no va a ser de gratis. Habrá que sacrificar un poco de vida social, comidas y hasta horas de sueño.

Hace unos años, siendo dueño de mi propio negocio y llevando un curso intensivo de inglés al mismo tiempo, hubo que hacer uno que otro sacrificio también. Aún recuerdo algunos reclamos por mi ausencia a actividades y hasta alguno que otro que se alejó.

Pero es muy feo hablar solo de mi, tampoco quiero parecer un mártir. Hablemos de Jack Ma, el empresario más rico de China. Trabajó nueve años como guía turístico para aprender el inglés, demoró cuatro años para poder entrar a la universidad y fue rechazado en aproximadamente treinta trabajos. Cuanta resiliencia, si, pero también cuantos sacrificios. ¿Cuántas veces habrá querido que la vida se las sirviera todas maduras?

Pero mejor aterricemos un poco, que al final de cuentas quizá Jack Ma ‘contó con un poco de suerte’ para lograr el imperio que hoy tiene.

Hablemos de Alejandro Fernández. No es el cantante, es un corredor español de 34 años. Desconocido para la gran mayoría de nosotros, llegó en algún momento de su vida a ser cuarto a nivel de atleta junior en Europa y medallista en varios campeonatos absolutos de España. Hijo de una funcionaria municipal, de un profesor de geología y hermano de una chica que habla cinco idiomas y labora para una empresa en Berlín. Comentaba en una entrevista para el Diario Sport de Barcelona lo que, en mi opinión, es la alternativa correcta a esperar que la vida nos la sirva todas maduras: En la vida hay que poner las cosas en la balanza y, después, elegir el camino.

El problema que tengo con ciertas corrientes modernas de positivismo es que te insinúan que vas a poder lograr absolutamente todo lo que te proponés. Quizá hasta yo caí en eso alguna vez. Sin embargo, teniendo presente las limitaciones propias del ser humano y algunas de mis experiencias de vida, no. No podemos lograr siempre todo lo que nos propongamos. Seamos honestos, ¡no tenemos control siquiera de en donde estaremos en un par de horas!

Este es el momento para enojarte conmigo, berrear, quejarte, dejar de leerme, intentar que tumben mis redes sociales, hasta de recordarme a doña Astrid. Pero te lo repito, no hay crecimiento sin dolor, sin transformación, sin soltar algo, sin incomodarse, sin joderse. Eso no existe.

Alguna vez conocí a alguien que decía que su meta al correr maratones era cruzar las líneas de llegada, ser finisher sin importar el tiempo que hacía. Parece fácil y sin sacrificarse mucho, ¿no? Sin embargo estábamos a más de 2000 msnm una fría madrugada de sábado donde las cobijas y el calor de la cama parecen una mejor opción. Yo iba para Madrid, ella para Washington, las metas eran diferentes pero ahí estábamos, ambos haciendo un sacrificio.

Detrás de cada logro se esconden lágrimas, dolor, negaciones. Nada en la vida es gratis. Aprendamos eso. Siempre hay un precio que pagar. Hay una factura por derecho de piso que debemos cancelar. Dejemos de esperar que la vida sea siempre y toda de color rosa. Podemos elegir no pagar el precio –lo cual está bien, pero no señalemos a los demás o a la vida por nuestra inacción.

Al principio mencioné que solo recuerdo un par de ocasiones en que la vida nos las pone todas maduras. Una de ellas, si sos un jeque árabe dueño de pozos petroleros. Ahí no hay carencias de nada. Recuerdo una historia un poco jocosa –y no sé si verídica, sobre un entrenador de futbol que, si deseaba para su equipo un jugador muy cotizado, iba donde el jeque dueño del equipo y le hablaba del jugador. El jeque transfería los fondos, se traspasaba al jugador al club y al día siguiente el jeque ordenaba subir el precio del gas, recuperando de esa forma el dinero del traspaso del jugador. Cero penurias, cero carencias, todas maduras en la vida del jeque.

La otra opción para que la vida te las sirva todas maduras es enfocarte en lo que deseás. Eso es poner las cosas en la balanza y luego elegir. Puede ser que no lo vayás a conseguir, cierto. Pero igual vas a por ello. En ese proceso, en ese estado de flujo, vas viendo cada uno de los sacrificios, los obstáculos y las dificultades como variables normales del camino que llevás. Las agradecés porque te están enseñando algo. No te detenés a hacer juicios de cada situación, a quejarte o a responsabilizar a otros. El dolor y los sacrificios no son problema. Van a seguir ahí, pero ya no serán tan importantes. Vas en velocidad crucero a tu objetivo.

No hay persona o equipo a nivel deportivo, empresarial, social o en cualquier otro ámbito que se nos ocurra donde el éxito haya venido sin algún sacrificio. O te convertís en un jeque árabe o metés la quinta marcha poniéndole el pecho a las balas rumbo a lo que deseás. Son las únicas formas en que, se me ocurre, puede ser que la vida te las va a poner todas maduras. Y si no fuera así, de igual forma ya no te va a importar tanto lo que venga.

Procesando…
¡Lo lograste! Ya estás en la lista.

Fabrizzio Ponce

@fabrizzioponce

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