En mi experiencia profesional acompañando personas, he sido testigo directo del mundillo de las excusas. Por razones obvias me voy a incluir: es un lugar donde todos hemos quedado bien siempre. No hay forma de fallar: las excusas nos facilitan las cosas para mantenernos en donde y cómo estamos, sin complicaciones.
Al fin y al cabo, ¿quién juzga mal a alguien que no se levanta a hacer ejercicio por la mañana, ya que a la mayoría nos cuesta madrugar? Peor aún hacerlo de noche, todos estamos cansados del largo día, ¿cierto?
En el plano organizacional, ¿para qué esforzarnos y diseñar planes de expansión si el canalla de Trump quiere arruinarnos? O, ¿con cual finalidad buscamos mejorar nuestros procesos y productos si estamos bien con nuestra cuota del mercado?
Sin embargo, esta posición de comodidad y justificación esconde algunos peligros. Al principio no los notamos, pero a la larga el precio que pagamos por ellos es altísimo.
Cuando una organización permite que las excusas impidan realizar esfuerzos para cambiar, sea un cambio pequeño o uno más grande y estructural, no solo están fracasando en dicho cometido –el cambio, sino que se arriesgan a una mala impresión a la par de aquellas que ven los retos como obstáculos que se superan mediante esfuerzos diligentes.
Eso es solo el inicio de los problemas. Al final de cuentas, los clientes no tienen ningún problema en pasarse a la competencia que sí les soluciona los problemas en lugar de exhibir excusas que justifiquen el hecho de que las cosas no mejoren.
A lo interno, veremos como el clima laboral empieza a verse afectado. Los ingresos caen, los jefes se ponen nerviosos, empiezan los chismes, la incertidumbre…
¿Parece conocida la historia?
Y, mejor aún, ¿cómo pueden los líderes hacer la diferencia y abrirse paso entre las excusas que parecen tan comunes en la vida de una organización?
El liderazgo es el responsable del cambio organizacional. Se dice que, o nos adaptamos o nos morimos, así que es momento de empezar a cambiar nosotros mismos, como líderes, si queremos lograr empezar a ver los cambios a nivel de organización.
Empecemos con el tema de las excusas: ¡cero tolerancia con ellas! Para lograrlo, te comparto algunas ideas que podemos implementar, con respeto, paciencia y determinación:
- No aceptar los argumentos de por qué no se hacen las cosas que deben hacerse: Siempre va a existir una buena razón para no intentar cosas nuevas, sin embargo, el líder debe hacer lo necesario para lograr los objetivos que como organización se han establecido. Escuche, dialogue, negocie, haga lo que deba hacer, pero no acepte argumentos para mantenerse igual.
- Genere una visión que pueda inspirar el esfuerzo requerido para superar los obstáculos aparentemente infranqueables: los que practican deporte entienden este punto fácilmente, ya que su empeño y esfuerzo están puestos en cruzar una meta. A nivel organizativo, es vital visualizar la meta y comunicar vez tras vez los beneficios de alcanzarla. Al tener la mirada y los esfuerzos puestos en el logro, los obstáculos y las excusas pasan a segundo plano.
- Dar el ejemplo: el líder es el primero que comunica, que se alinea, el que aporta e invita a otros a hacerlo, el que se esfuerza y lo intenta. Estar en acción le impide escudarse en excusas y justificantes.
Las excusas arrastran a las organizaciones al fracaso y la mediocridad, un espacio donde se cometen los mismos errores una y otra vez. Es un camino descendente hacia la extinción. Es el líder quien debe contrarrestar esa tendencia de dejar que las excusas sustituyan a la acción, y cuanto más pronto iniciemos el cambio, mejor será para nosotros y para nuestras organizaciones.
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Fabrizzio Ponce