Hace muchos años, en un tiempo de ocio durante un campamento juvenil, participé de una carrera de ciclismo espectacular. Éramos varios en la línea de salida al final de aquella calle pedregosa, con unas bicicletas prestadas por los niños de la comunidad.

¡En sus marcas, listos, fuera!  

Acá debo aclarar que lo espectacular no era la carrera en si, sino la caída que tuve. La cadena de la bicicleta cedió mientras yo iba pedaleando a todo lo que me daban las piernas. Solo recuerdo que di como seis vueltas rodando por esa calle de piedra, para terminar allá tirado con raspones y golpes, la bicicleta por un lado y mis anteojos por otro.

He recordado recientemente ese divertido episodio a raíz de la pandemia y lo trastocado que nos está dejando el año. Es que hay que ser realistas, nos puso la vida patas para arriba y aún no se acaba. Si alguna vez necesitamos explicar el entorno VUCA –volátil, lleno de incertidumbre, complejo y ambiguo– este año nos vino como anillo al dedo. No se acaba aún, no hay fecha prevista para salir de la pandemia y es poco lo que podemos hacer al respecto, más allá de cuidarnos nosotros y a quienes están a nuestro alrededor.

Pero, también, podemos hacer ir haciendo planes de vida. Porque hay planes de muerte, ya sabés, echarse a morir, ser pesimista, negativo. Pensar en que nos quedaremos sin ingresos, enfermos, con un tubo en el esófago, abandonados, tristes, solos… Están ambas opciones, pero si queremos salir vivitos y coleando del atolladero, podemos ponernos a hacer planes de vida.

La frase la escuché alguna vez del testimonio que contaba un amigo en una reunión, a propósito de una persona que había sido diagnosticada con una enfermedad incurable. Uno tiende a pensar que salvo intervención divina directa, la enfermedad se llevaría la vida de esa persona, pero la realidad es que no necesariamente es así. Ella estaba haciendo planes de vida aún a pesar del diagnóstico recibido.

Me explico: algún día todos cruzaremos el umbral de la muerte, a lo que haya luego. De eso no se va a salvar nadie. ¿Ello nos hace vivir metidos en un ataúd o catacumba esperando ese momento? La vida es vida hasta el último instante, hasta el último suspiro. La vida es lo que nos pasa a diario. Y dentro de ella hacemos planes, soñamos, nos ilusionamos. Es lo normal y lo esperable.

¿Ya te visualizaste a vos mismo luego del Covid-19?

¿Cuáles son nuestros planes post-covid19? ¿Ya los definiste? ¿Ya visualizaste a tu negocio, a tu familia, a tu barrio luego del bicho? ¿A vos mismo?

Esos son planes de vida. Trazarlos no lleva implícito que los vayamos a lograr. Pero, al menos, van a ser nuestro norte. Van a poner en nuestros labios y en nuestra mente un lenguaje que construya un mejor futuro, una nueva realidad.

Y, para establecerlos, hay que ser optimista. ¿Te imaginás a alguien negativo tomando decisiones en un momento como el actual? Yo si me lo imagino, e inmediatamente tomo mis cosas y salgo de ese pensamiento. No quiero quedarme sentado lleno de angustia y miedo ni ser parte de algo así.

Quiero vivir, el tiempo que Dios me lo permita, y vivir con calidad, feliz y agradecido. Y para ello sigo con mis planes de vida, que incluyen animarte a hacer los tuyos. Construilos y me vas contando en el camino, ¿vale?

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Fabrizzio Ponce
@fabrizzioponce